Kati se volvió lentamente, aterrorizada, y cuando la sombra del intruso comenzó a acercarse, reaccionó tirándole todo lo que encontró a su alcance antes de salir corriendo. La risa continuaba incesante, y casi parecía aumentar con cada objeto que la sombra esquivaba. Kati siguió alejándose del intruso hasta que éste llegó a una zona iluminada… y se encontró cara a cara con el mercenario semielfo al que había salvado la vida. La sorpresa la dejó paralizada un instante, que fue suficiente para que el mercenario se acercara, le quitara el pisapapeles que aferraba con la intención de tirarle y la rodeara la cintura bruscamente.
-Realmente interesante – dijo de nuevo con una media sonrisa en su bello rostro.
-¿Quién eres?¿Qué quieres?- logró balbucir, intentando soltarse de sus brazos de hierro.
-Bueno, evidentemente quería agradecerte que me salvaras la vida, y ha sido una suerte que decidiera hacerlo y que lograra encontrarte a tiempo, yo que te buscaba en el nivel dos, ¿cómo diablos es que estabas dos niveles por encima del tuyo? En cualquier caso, te he encontrado y ahora voy a evitar que cometas una estupidez - Kati le miró nerviosa y comenzó una negativa – No intentes negarlo, princesa, ¿o acaso vas a decir que no intentabas marcharte del recinto?
-Eso no es asunto suyo –reunió el valor para responderle.
-Oh, claro, por supuesto que lo es. No podría soportar el peso de la conciencia si a mi preciosa salvadora la mataran o encarcelaran por intentar salir del lugar con un pase falso. Siento decírtelo, princesa, pero con eso, aunque ingenioso, no pasarás por los controles de seguridad. Y aunque pasaras, ¿no crees que llamarías la atención de los guardias con esas maletas? Y aunque lograras salir ¿acaso sabes lo que te espera en el exterior?
- Tengo que intentarlo –respondió Kati, desasiéndose al fin de su abrazo aunque sabiendo que el semielfo tenía razón, pero sin encontrar otra solución. Pasara lo que pasase, quedarse y casarse con Daniel no era una opción. La resolución estaba pintada en su rostro y el mercenario amplió su sonrisa.
-Bien, entonces has tenido suerte. Mi señora, te ofrezco humildemente mis servicios para sacarte de aquí y protegerte del mundo exterior. Desde luego, tendrás más posibilidades conmigo que sola –dijo el mercenario haciéndole una reverencia y tendiéndole la mano. Kati vaciló, y dijo sin moverse.
-Aun no me has dicho quien eres.
-Bueno, creo que está claro. Soy el hombre de tu vida –respondió el semielfo seriamente, desaparecido todo tono burlón de su voz. Kati se quedó de pie, mirándole estupefacta, hasta que su carácter afloró y replicó:
-Eso lo tendré que decidir yo, ¿no crees?
La risa del semielfo volvió a inundar su pequeño apartamento, hasta que dijo con regocijo:
-Acabas de convencerme del todo. En cualquier caso, tienes razón. Mientras te das cuenta de lo inevitable, puedes llamarme Ares. Y ahora, mi querida princesa, voy a rescatarte de tu prisión corporativa.
Ares volvió a tenderle la mano a Kati que, tras un segundo más de vacilación, la cogió con firmeza, confiándole al misterioso semielfo su vida y su libertad.