- ¡Frita… la dejó frita! –exclamó Roca, lanzando una risotada. El grupo se había apresurado a acabar la misión y volver en cuanto salieron de la zona sin cobertura y PF les pudo poner al tanto de lo ocurrido. Kati, pálida y aun nerviosa, levantó la vista brevemente con una expresión de preocupación en el rostro.
- ¿Se recuperará? –preguntó esperanzada a Amanecer. El clérigo cruzó una mirada con Sombra, que negó con la cabeza.
- Siento decírtelo, pero no. Tu ataque mental ha destrozado la mente de Afrodita hasta tal punto que su cuerpo es ahora una cáscara vacía. No queda de ella ni su alma –respondió el clérigo.
- La he matado –sollozó Kati.
- Técnicamente no. Su cuerpo sigue con vida –se apresuró a intervenir Sombra a la par que el mecánico exclamaba:
-¡Bien hecho, muchacha. ¡Si no, estaríamos todos muertos!
Horrorizada, Kati se desprendió del abrazo de Ares, que no la había dejado ni un solo instante, y salió corriendo de la estancia. El semielfo lanzó una mirada de reproche al elfo y al enano, preguntando enfadado antes de salir de la estancia:
- ¿Es que no habéis oído nunca hablar del tacto?
Roca se encogió de hombros bruscamente y se puso a arreglar los componentes que Kati había usado como armas arrojadizas contra la mercenaria mientras refunfuñaba por lo bajo, diciendo que no entendía a las mujeres humanas.
Amanecer miró el cuerpo de Afrodita, aun estupefacto, y dijo apenado:
- Será mejor que acabemos con la vida de este cuerpo y nos deshagamos de él. No creo que sea bueno para Kati tener un recordatorio constante de lo que ha hecho.
- ¿Estás loco? –le detuvo el elfo -Un cuerpo vivo sin un alma dentro es el sueño de cualquier nigromante. ¡Lo trasladaré a mi estudio!
Sacerdote y nigromante se miraron fijamente, e incluso PF, absorta en reforzar los sistemas de seguridad, levantó la vista al percibir el choque de voluntades. Finalmente, Amanecer se encogió de hombros y le dijo a Sombra:
- Haz lo que quieras, pero que no se entere Kati.
El mago esbozó una siniestra sonrisa mientras cargaba el cadáver.
- Descuida… Cuando acabe de preparar el cuerpo para lo que tengo pensado, ni siquiera será reconocible.