Todos los comensales se lanzaron bajo sus mesas y la sala se llenó de gritos de miedo en cuanto empezó el tiroteo en la habitación privada. Kati fue arrastrada por Daniel tras una mesa volcada, mientras que el shock inicial daba paso a la estupefacción, no sólo porque hubiera mercenarios en uno de los niveles superiores, sino también porque se organizara semejante altercado en un nivel tan alto. Desde detrás de la mesa, pudo observar cómo la puerta de la habitación privada, agujereada por las balas, reventaba hacia fuera debido a la patada de uno de los mercenarios, mientras el resto le cubría las espaldas. Éstos utilizaron mesas, sillas y todo tipo de objetos grandes como trincheras sin dejar de disparar sus pistolas láser, mientras una decena de soldados de la empresa religiosa salían de la habitación privada y comenzaban a dispararles a su vez. Una mujer fue alcanzada al otro lado de la habitación, Kati no sabía si por los soldados o los mercenarios, que comenzaron a retroceder por la habitación hacia la ventana.
A su lado, Daniel comenzaba a respirar rápidamente, seguramente debido a una crisis de ansiedad, mientras tiraba de ella para que escondiera su cabeza completamente tras la mesa. Como si los láser no fueran a traspasar estas mesas tan finas, pensó, sin hacerle caso a su acompañante y asomando nuevamente la cabeza, para ver cómo el semielfo era lanzado por una descarga eléctrica a varios metros de distancia, cerca de donde estaba. Se percibía desde allí cómo los implantes electrónicos que el mercenario llevaba insertados en los músculos para aumentar su velocidad y fuerza comenzaban a reaccionar a la descarga y ella se estremeció. En su corta carrera como enfermera había visto lo que le podía pasar a un hombre que llevara esos implantes y se expusiera a la corriente eléctrica, pero también sabía qué hacer para evitarlo. Sin pensarlo, salió de la poca protección que le brindaba la mesa con la intención de evitar que el hombre acabara siendo un vegetal. Utilizó como instrumentos los cubiertos y todo lo que tuvo a mano y finalmente logró parar el cortocircuito, aunque temía no haber llegado a tiempo, porque el semielfo estaba inconsciente en el suelo. Tras unos segundos que se le hicieron interminables, abrió los ojos levemente y supo que se recuperaría. Intentó evitar que se incorporara, pero inmediatamente apareció el enano y la apartó de él con brusquedad, apuntándola con la pistola láser. Kati se quedó paralizada en el sitio, incapaz de escapar. El semielfo, haciendo un esfuerzo, puso la mano sobre el enano y dijo con voz entrecortada:
-No me atacaba. Me ha salvado la vida.
El enano dejó de apuntarla con el arma y siguió disparando a los soldados. Tras una última mirada, el semielfo cogió la pistola láser que se le había caído y siguió a sus compañeros en su retirada hacia la ventana. De repente, se oyó un ruido estrepitoso y una aeronave de asalto con la puerta abierta apareció cerca de la ventana. Los mercenarios destrozaron ésta y, ayudando al semielfo, saltaron al interior de la aeronave, que rápidamente se perdió en la distancia.
Los soldados corrieron hacia la ventana, pero ya era demasiado tarde y un tenso silencio se impuso en el restaurante. Kati suspiró de alivio, pero, cuando la tensión empezaba a desaparecer, notó una mano de acero rodeando su brazo que la hizo volverse bruscamente.