miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo 6, parte 3


El vociferante orco entró en el claro gritando:
¡Ares! ¡Da la cara, maldito mestizo!
En el estrecho campo de visión que les dejaba una pequeña grieta en la tela de camuflaje del pequeño escondrijo, apareció un orco de aspecto feroz cubierto con un traje de combate completo. Ares se acercó con parsimonia al orco y empezó a hablarle en voz tan baja que Kati no pudo escuchar lo que decía.
El orco no se dejo convencer de lo que quiera que dijera el semielfo y sacó un inmenso espadón que colgaba en su espalda. Ares le mostró sus armas, todas de tecnología avanzada y con la capacidad de partir en dos el espadón con facilidad. Finalmente, el orco pareció entrar en razón y sacó una espada láser, instando al incursor a hacer lo mismo.
Encogiéndose de hombros, Ares sacó con gracilidad su sable láser (que solía llevar más por estética que por otra cosa, al preferir las armas a distancia) y lo encendió también.
Es un duelo a muerte. No intervengáis –ordenó a Sombra y Amanecer, que asintieron con solemnidad.
Cuando acabe contigo, maldito tirillas, partiré a esos dos en dos y luego mataré lentamente a esa adicta a los trastos cuyo olor capto por aquí cerca. A la otra, la que es tu amante, me la reservo para mí, y la entregaré a las autoridades cuando acabe con ella.
Ares frunció el ceño y se limitó a responder:
Pensaba dejarte vivir, orco. Pero has conseguido que cambie de idea.
No te preocupes susurró PF a Kati al mirar su cara de preocupación. –Ese estúpido orco se cree muy listo por haber arrastrado a Ares a una lucha con espadas, pero ha cometido un error.
Lo sé, y confío en él. Pero noto algo extraño, no sé cómo explicarlo. Es como si no le importara en absoluto morir.
PF fue entonces la que mostró su preocupación:
—No entiendo demasiado de magia —dijo frunciendo el ceño—. Pero sí que sé que normalmente a los magos la intuición nunca les falla y tú te pareces a un mago. ¿Crees que serías capaz de hacerle un sondeo, o algo similar, para ver qué trama?
—No lo sé, nunca lo he intentado y no controlo nada los—
—¡Tienes que intentarlo! Ese orco loco podría haber pensado cualquier cosa, y ahora me parece realmente sospechoso que exigiera un duelo de estas características.
Kati asintió e intentó concentrarse en la mente del orco, haciendo caso omiso del combate, que había llegado a su punto álgido y se había convertido en una danza de luces salvaje en la que el semielfo llevaba la iniciativa. Al fin, el incursor pilló al orco con la guardia baja y hundió su espada en el mercenario, justo en el momento en el que Kati descubría el plan del orco.
—¡No le mates, estallará! –exclamó gritando Kati, saliendo del escondrijo rápidamente y corriendo hacia Ares. El orco esbozó una última sonrisa siniestra antes de volar por los aires.

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